Este campo formativo se dedica, fundamentalmente, a favorecer en las niñas y los
niños el desarrollo de las capacidades y actitudes que caracterizan al pensamiento
reflexivo, mediante experiencias que les permitan aprender sobre el mundo natural y
social.
La definición del campo formativo se basa en el reconocimiento de que niñas y
niños, por el contacto directo con su ambiente natural y familiar y las experiencias vividas en él, han desarrollado capacidades de razonamiento para entender y explicarse, a
su manera, las cosas que pasan a su alrededor. La curiosidad espontánea y sin límites
y la capacidad de asombro que los caracteriza, los lleva a preguntar constantemente
cómo y por qué ocurren los fenómenos naturales y otros acontecimientos que llaman
su atención, y a observar y explorar cuanto pueden usando los medios que tienen a su
alcance.
Desde edades tempranas, las niñas y los niños se forman ideas propias acerca de
su mundo inmediato, tanto en lo que se refiere a la naturaleza como a la vida social. Estas
ideas les ayudan a explicarse aspectos particulares de la realidad y a darle sentido, así
como a hacer distinciones fundamentales; por ejemplo, reconocer entre lo natural y lo no
natural, entre lo vivo y lo no vivo, entre plantas y animales. también empiezan a reconocer
los papeles que desempeñan los integrantes de su familia; los rasgos que caracterizan
sus formas de vida a partir de las actividades que se hacen con regularidad y a entender
para qué sirven los medios de comunicación, entre otras muchas cosas.
Las creencias que dan forma a estos conceptos no están aisladas sino interconectadas en el conjunto de representaciones mentales que los pequeños se han formado
acerca de los eventos y acontecimientos cotidianos en que están involucrados.
Entre las capacidades que las niñas y los niños pequeños desarrollan de manera
progresiva, la elaboración de categorías y conceptos es una poderosa herramienta
mental para la comprensión del mundo, porque mediante ella llegan a descubrir regularidades y similitudes entre elementos que pertenecen a un mismo grupo, no sólo a
partir de la percepción sino de la elaboración de inferencias utilizando la información
que ya poseen (Sergio, de tres años de edad, cuando ve un perico en una jaula dice:
“Mira mamá, un pajarote”; el razonamiento que puede explicar la expresión de Sergio
es: si tiene plumas y pico y está en una jaula, entonces es un pájaro). Ideas como éstas
surgen de forma espontánea en los niños y pueden ser el punto de partida de un trabajo de aprendizaje genuino y basado en sus intereses.
Pocas experiencias pueden ser tan estimulantes para el desarrollo de las capacidades intelectuales y afectivas en las niñas y los niños como el contacto con elementos y fenómenos del mundo natural, así como el despliegue de posibilidades para
aprender nuevas cosas acerca de sus características, las formas en que suceden y las 61
Programa de estudio 2011 / Guía para la educadora
Preescolar
razones por las cuales ocurren, las relaciones que pueden descubrir entre eventos
semejantes, etcétera.
El contacto con los elementos, seres y eventos de la naturaleza, así como las
oportunidades para hablar sobre aspectos relacionados con la vida en la familia y en
la comunidad, son recursos para favorecer la reflexión, la narración comprensible de
experiencias, el desarrollo de actitudes de cuidado y protección del medio natural y
para empezar a entender que hay diversidad de costumbres y formas de vida que caracterizan a los grupos sociales; ello propicia en los alumnos un mejor conocimiento de
sí mismos y la construcción paulatina de interpretaciones más ajustadas a la realidad,
como base de un aprendizaje continuo.
El trabajo en este campo formativo es propicio para poner en juego la observación, la formulación de preguntas, la resolución de problemas (mediante la experimentación o la indagación por diversas vías), y la elaboración de explicaciones, inferencias
y argumentos sustentados en experiencias directas que les ayudan a avanzar y construir nuevos aprendizajes sobre la base de los conocimientos que poseen y de la nueva
información que incorporan.
Las niñas y los niños aprenden a observar cuando enfrentan situaciones que demandan atención, concentración e identificación de características de los elementos o
fenómenos naturales. En la medida en que logran observar con atención, aprenden a
reconocer información relevante de la que no lo es.
Un apoyo importante de la intervención educativa para fortalecer la capacidad
de observación es el uso de preguntas o consignas que promuevan la identificación de
detalles, la descripción de lo que se observa y la comparación entre elementos, que
pueden dar lugar a la elaboración de explicaciones a partir de lo observado: ¿cómo
es... un ciempiés, una araña, un chapulín?, ¿en qué se parecen los canarios a los colibríes, en qué son diferentes?, fíjense en... las formas y los desplazamientos de las
nubes, las franjas de las cebras. Las intervenciones de este tipo orientan la atención
de las niñas y los niños en los eventos a observar, dan pie al diálogo y al intercambio de
opiniones y al planteamiento de nuevas preguntas que los pueden llevar a profundizar
en el aprendizaje acerca del mundo natural.
No hay comentarios:
Publicar un comentario